DESOBEDIENCIA. Jorge Muñoz Gallardo. Dicen que los tres cerditos fueron muy desobedientes, eso dicen. Pero, no todo lo que se dice es verdad, especialmente cuando se trata de relatos que se transmiten a través del tiempo, porque el tiempo y la oralidad, van cambiando las cosas, de modo que cuando recién parten son así, y cuando han recorrido un cierto período ya no son así. Bueno, eso es lo que pasó con la historia de los tres cerditos desobedientes, que por no seguir los consejos de su madre se expusieron a un grave peligro: el lobo. Sin embargo, como dijo una cabra montesa de la época, no sabemos con claridad cuales fueron los consejos de la madre. Tampoco sabemos cuán feroz era ese lobo, que según cuenta un viejo sabio vagabundo, conocedor de muchísimas historias, era un lobo tuerto y bromista. Y como era tuerto, no veía más que un cerdito y medio de los tres que supuestamente habían desobedecido a su madre. Como relata ese anciano barbudo y encorvado, el lobo nunca quiso devorar a los tres cerditos, sólo quería jugarles una broma para darles una lección, puesto que ese lobo adoraba a los cerdos. Sí, los adoraba porque siendo muy pequeño perdió a sus padres que cayeron bajo las balas del cazador, y tuvo la suerte de ser beneficiado por esos actos de solidaridad que son escasos entre los hombres, pero se dan a veces entre los animales. Digo todo esto porque ese lobo huérfano fue hallado por una chancha que lo adoptó y crió con la mayor ternura. De modo que el lobo, al que los narradores infantiles insisten en culpar de todas las crueldades, nunca quiso dañar a los tres cerditos, o si ustedes lo desean, al cerdito y medio que podía ver. Desgraciadamente, ese viejo barbudo y encorvado, sabio entre los sabios, que podría aclararnos tantas cosas, murió hace ya muchos años devorado por un lobo que no conoció la solidaridad de los cerdos.

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